La cabeza llena de sonidos cotidianos… tic-tac… mientras los pasos recorren el camino a ningún lugar
y yo… Yo, oliendo la brisa que canta palabras roídas de promesas ilusorias.
Canto como quien no quiere la cosa, como para aturdir un poco el entorno,
como para escurrir el alma en un tendedero de alambres oxidados.
Suenan las hojas bajo mis pasos y cruje la madera cuando abrazo su fría y viva presencia…
Entonces rememoro la voz melo-diosa
medio diosa ... medio nada,
de aquella que habla a pasos cansados.
Escucho cantar un poema ajeno “solamente es un soplo mas húmedo que el llanto, un liquido susurro… frío de vidrio cae mordiendo golpeando tu esplendor”… esplendor… retumba en mi ser esto que tengo y no, como si el misterio me llevara por la senda al punto cero… entre humo y pitos que ahogo de pensamiento.
Pienso volver con la frente marchita y que las nieves del tiempo plateen mi cien, una Malena añeja sabor a vinos y donaires, pateando latas vacías en los arrabales bandoneonados de poetas muertos y tabacos pisoteados.
Entonces una nube me escupe encima el eco de los lamentos que provoqué, que ahogaron mis sollozos con el velo de la prepotencia.
La banda sonora de mi vida, de músicas y susurros, corriendo al paso agigantado de sístole y diástole,
como para no perderlos,
para alcanzarlos con miedo a su ausencia,
y… ¿si se apagan?
Robarlos del corazón en otro pecho, entrar en la noche como la niebla por la ventana,
cubrir sus colores con mis olores, envolverme en gemidos que alteren su estado,
y ahí, en ese acto lírico del instinto, profanar su existir…
rasgar la piel del pudor y aullar viendo la luna en sus ojos.
Entonces el tic tac se funde con las olas bravías y la armonía se marchita por la sal del llanto,
y solo las gotas que destila el alma desde su tendedero ambientan el espacio.
cloc
cloc
cloc…
Cada vez mas lento
cloc
cloc
y se seca el alma, se evapora la sangre,
y el volumen se absorbe en el vacío de los viejos días idos y termina la canción.
Jessica Castrillón
Nov 24 de 2011